Por Gabriela Quiñonez, Psicóloga Clínica.

Fundación Ecuatoriana de Esclerosis Múltiple, FUNDEM

Cuando se escucha la palabra maternidad y sus cuidados surgen varias ideas: chequeos médicos, dietas especiales, antojos, salud del bebé entre otras cosas, pero rara vez viene a la mente la salud mental de la madre.  Es curioso cuando caemos en cuenta que los casos de depresión post parto son bastante comunes. Se estima que aproximadamente el 15% de las madres sufren depresión post parto hasta el primer año de vida de su bebé y que entre el 50 y 70% sufre tristeza post parto o Baby Blues.

 Obtener datos exactos y actualizados, especialmente datos dentro del Ecuador es una tarea compleja. Si hay una tendencia tan grande y tan poca información cabe preguntarse: ¿por qué no estamos hablando de la salud mental en la maternidad? La respuesta siempre se dirige a no darle la importancia que debería tener, sea por una romantización de la maternidad o por los estigmas que se tiene sobre la salud mental.

 Por eso es importante no solo hablar sobre la situación que pueda estar viviendo una madre, y darle la importancia que se merece, sino también escucharlas.  La romantización de la maternidad hace que pensemos este periodo o etapa de la vida como una experiencia exclusivamente alegre y que se vive de una manera idealizada. La realidad es que por más que sea un periodo cargado de emoción y expectativa, eso no significa que se lleve sin ninguna dificultad.

 El embarazo en sí mismo implica una gran cantidad de cambios: hormonales, cambios en el cuerpo, cambios de humor, entre otros. Pero también hay cambios en aspectos más cotidianos: horarios de sueño, ropa de diferentes estilos y tallas, diferentes ritmos de trabajo, entre otras cosas. Tomando en consideración todo esto se debe recalcar que se está viviendo un cambio bastante drástico y todo cambio, por más esperado o planeado que sea, merece su tiempo de adaptación y este no tiene porqué ser lineal ni estable.

 Por ende, entendemos que habrá situaciones en las que los cambios emocionales puedan ser muy drásticos. Habrá momentos en que las preocupaciones, tanto por lo que se viene como por lo que se deja, sean abrumadoras. También esperar momentos en los que los cambios de horarios y rutinas generan agotamiento tanto físico como emocional. En fin, se trata de un periodo en que es válido no estar bien.

 Pero, la romantización de la maternidad vuelve común que las madres no se sientan en la libertad de hablar de estos temas o que sientan que esto no debería pasar, pues podría convertirlas en “malas madres”. A esto se suman las presiones del exterior sean estas familiares o impuestas por supuestos sociales. Además, aparece el temor a tener cualquier tipo de enfermedad mental debido al estigma que hay sobre la salud mental. Todo esto provoca que el tema se pase por alto.

 Entonces, ¿qué se puede hacer?  El primer paso para que esto deje de suceder es entender que es lo que se está viviendo y que es lo que podría pasar.  Para ello es importante entender términos como el Baby Blues y la depresión post parto que son los problemas de salud mental más comunes durante la maternidad. El Baby Blues implica un periodo de tristeza o melancolía que suele tener una duración de dos semanas. Este periodo “melancólico” no sólo es común, sino que es esperable y es que, nuevamente, dar a luz está lleno de cambios y todo cambio requiere un periodo de adaptación.

 Por otro lado, está la depresión post parto que se puede presentar al dar a luz hasta un año después del parto. (En este punto me es importante recalcar que todos estos tiempos son estimados pues no hay dos vivencias iguales). La diferencia con el Baby blues es la fuerza de los síntomas y el tiempo que duran. Se caracteriza por un estado de ánimo deprimido o cambios de humor drásticos, llanto, dificultades para relacionarse con el bebé, aislamiento y cambios dentro de la rutina como insomnio o hipersomnia (exceso de sueño).

 Saber esto hace que sea posible reconocer alertas y saber cuándo pedir ayuda y es cuando el entorno en el que estamos cobra una mayor importancia. La primera fuente de ayuda que se tiene es la red de apoyo y esta puede ser la familia, amigos o personas cercanas. Es en la red de apoyo que se puede buscar consuelo ante las preocupaciones que se tenga, pedir ayuda e incluso plantear límites cuando estos sean necesarios. Cuando lo que se siente se muestra como algo mucho más incontrolable y abrumador es cuando se debe buscar ayuda profesional y donde se plantea un tratamiento a seguir dependiendo de cada caso. El tratamiento puede ser un acompañamiento psicológico, un proceso psicoterapéutico o algunos medicamentos dependiendo de lo que se esté viviendo.

 Proteger y preocuparse por la salud mental materna no solo tiene que ver con cuidar a la madre sino que finalmente tendrá repercusiones en el desarrollo del bebé y la relación tanto con la maternidad, y los cambios que vienen con ella como con el bebé. Darle un espacio de escucha a la madre y entender que puede tener miedo, puede sentirse perdida y puede estar triste está bien y es parte del proceso. Por ello es importante dejar de lado las ideas y supuestos sobre la maternidad pues esta se vive siempre diferente y podrá tener diferentes retos. Con esto quiero terminar recalcando que la salud mental es responsabilidad de todos tanto de la madre como del entorno que la rodea y la capacidad de ofrecer soporte, contención, apoyo, así como de reconocer cuando es necesaria ayuda profesional.

Referencias

Ampudia, M. K. (2020). Depresión postparto en atención primaria. Revista Médica Sinergia.

Caparros Gonzalez, R., Romero González, B., & Peralta Ramírez, M. I. (2018). Depresión posparto, un problema de salud pública. Pan American Journal of Public Health.

Serdán, E. M. (2013). Diferencias entre la depresión postparto, la psicosis postparto y la tristeza postparto. Perinatol. Reprod. Hum.