La alergia es una reacción de defensa del organismo contra sustancias externas que penetran en el cuerpo. Esas sustancias pueden penetrar por el aparato digestivo (alimentos, medicamentos), por el aparato respiratorio (inhalantes), absorbidas por la piel (contactantes), o atravesando la piel (inyecciones, picaduras).
El sistema inmune del cuerpo reconoce esas sustancias como extrañas e intenta neutralizarlas. Las personas sin alergia también las reconocen como extrañas, pero su organismo las neutraliza sin dañarse a sí mismo, mediante mecanismos llamados de tolerancia. Las personas con alergia las intentan neutralizar por mecanismos que se vuelven dañinos contra el propio organismo, y causan los síntomas de alergia.
La Organización Mundial de la Alergia (WAO) instituyó el 8 de julio como el Día Mundial de la Alergia (World Allergy Day), para concienciar y desplegar campañas de prevención de las enfermedades alérgicas.
La alergia se define como una reacción anormal, que suele ser inflamatoria, ante la presencia de una sustancia (alérgeno) que tendría que ser inofensiva. Los alérgenos pueden entrar por diferentes vías: el aparato digestivo, el sistema respiratorio, absorbidas por la piel (por contacto) o por picaduras (subcutáneas).
Es una reacción exagerada frente a la exposición a sustancias extrañas al organismo, sustancias externas y diferentes a los componentes propios del organismo de cada uno, que producen la aparición de distintos síntomas.
Cuando el sistema inmunológico detecta una sustancia extraña intenta neutralizarla. Quienes no padecen alergias también las reconocen como extrañas, pero las neutraliza sin dañar al organismo, porque el sistema es más tolerante. Sin embargo, las personas alérgicas al intentar neutralizar estas sustancias utilizan mecanismos diferentes, que dañan a su propio organismo.
La palabra alergia procede del griego, de las palabras Alos (“otro, diferente, extraño”) y Ergos (“reacción”). Por tanto, alergia significa “reacción diferente”.
Las alergias más comunes entre la población son la rinitis alérgica (alergia al polen), dermatitis atópica (eczema), dermatitis de contacto y urticarias. Para comprender las causas de una alergia, los alergólogos realizan estudios personalizado del historial de cada paciente.
Entre los factores conocidos depende de la predisposición individual, del grado de atopia de cada uno, y depende de que el tratamiento se realice mejor o peor. Las personas atópicas, con facilidad para desarrollar y mantener alergias tienen más dificultad para una evolución favorable.
Según la Sociedad Española de Inmunología, las personas que cumplen mejor el tratamiento prescrito por su médico evolucionan mejor y tienen mejor pronóstico. Evidentemente el primer paso para tratar una alergia es identificarla, para lo cual se necesita un estudio. Si una persona con asma u otra enfermedad tiene una alergia y no se identifica, seguirá expuesta al alérgeno o alérgenos, y la evolución será peor.
La alergia desaparece por completo en algunos casos; en otros casos puede permanecer, pero se pueden mejorar muchos los síntomas. La desaparición se pueda dar de manera espontánea, y otras veces con el tratamiento que le recomiende su especialista. Hay pacientes que con el tiempo desarrollan tolerancia a la sustancia a la que tenían alergia, y no necesitan ninguna precaución especial con ella, igual que las personas que nunca han tenido alergia a dicha sustancia.