A la hora de establecer un tratamiento oncológico, muchos profesionales obvian preguntas por asumir la respuesta. Esto se da, sobre todo, en el paciente anciano, según los expertos. Sin embargo, la realidad de estos pacientes puede ser diferente y, a su vez, influir en el tipo de prescripción.

A la hora de poner un tratamiento oncológico a un paciente anciano, se suprimen ciertas preguntas que pueden condicionar la toma de decisión del profesional. Esto se hace, dicen los expertos, porque se asumen las respuestas.

 “Asumes que tiene un entorno familiar, que tiene recursos económicos o si se encuentra en una vida laboral activa“, detalla la doctora Regina Gironés, coordinadora de la Sección de Oncogeriatría de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).

 Sin embargo, muchos profesionales no tienen en cuenta que es el paciente anciano, en la mayoría de las ocasiones, quien genera un equilibrio en su entorno. “Hay veces que es el paciente anciano quien cuida de los nietos o ayuda a que los hijos trabajen. En general, la persona que ha sido diagnosticada es quien genera el equilibrio en el ambiente. Y ese desequilibrio no es solo para el paciente, sino para todo su entorno”, argumenta la doctora Gironés.

O quizás, detalla el doctor Borja López de San Vicente, oncólogo médico del Hospital Universitario Basurto Basurtuko Unibertsitate Ospitalea, ese paciente no tiene más que un vecino para ayudarle en su recorrido.

Por esta razón, la Sociedad Española de Oncología Médica, con la colaboración de la Fundación Merck Salud, ha elaborado el ‘Manual SEOM de casos clínicos en Oncogeriatría’, que presenta diez casos reales en consulta aportados por 46 residentes y adjuntos de distintas instituciones médicas españolas.

 Con este ejemplar, explican sus autores, quieren ayudar a otros profesionales a manejar mejor la enfermedad oncológica en el paciente anciano.

 Una realidad que ahora es diferente, pues en 2020 el 69 % de los nuevos diagnósticos de cáncer en España se presentaron en mayores de 65 años, según datos extraídos del Observatorio del Cáncer de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC).

 “El manual recoge intervenciones que podemos hacer mejor de lo que hacemos, de forma sencilla y coste-efectiva en tiempo y recursos. Pone al paciente en el centro y así diagnosticar e intervenir de forma eficaz”, concluye Borja López.

Conclusiones principales

  1. Se debe realizar una adecuada evaluación oncogeriátrica a todos los pacientes mayores de 70 años. La escala G8 puede ser una herramienta adecuada para el cribado inicial.
  2. Antes de cada estrategia terapéutica se debe realizar una nueva VGI, valorar la expectativa de vida del paciente, riesgo de toxicidad y beneficios de los diferentes tratamientos. Sin olvidar nunca las preferencias del paciente.
  3. Para aplicar la VGI es preciso utilizar métodos clásicos, como la historia clínica y la exploración física. Además se deben asociar instrumentos más específicos, denominados escalas de valoración. Estos, facilitan no pasar de alto problemas o debilidades del mayor, además de su evolución clínica durante el proceso de la enfermedad.
  4. A la hora de seleccionar a aquellos pacientes candidatos a recibir un tratamiento oncológico específico y definir cuál es la mejor opción terapéutica por cada caso, es de vital importancia revisar la medicación, intentando retirar tratamientos no necesarios (de prescripción).
  5. Es necesario realizar un seguimiento estrecho de las toxicidades que pueden producirse en el curso del tratamiento con el fin de prevenirlas y tratarlas de forma precoz, evitando posibles complicaciones.
  6. La presencia de síndromes geriátricos da información de la reserva funcional del individuo. También ayuda a planificar los tratamientos oncológicos, así como implementar medidas de soporte que mejoren su calidad de vida.
  7. La depresión es el trastorno psicológico más común en los pacientes adultos mayores con cáncer. Su tratamiento es fundamental para mejorar la calidad de vida, así como la satisfacción subjetiva y la adherencia al tratamiento.
  8. La malnutrición es frecuente en los pacientes adultos mayores con cáncer; en los que su etiología es multifactorial e influye en su evolución clínica y calidad de vida.
  9. La mayoría de los adultos mayores con cáncer se encuentran en riesgo sociofamiliar. Por lo tanto, es necesario establecer estrategias de intervención, como programas de seguridad social que mejoren su atención integral.
  10. Un programa de ejercicio multicomponente mejora la función física/cognitiva y la calidad de vida en los pacientes mayores con cáncer.