La pandemia de COVID-19 está poniendo de manifiesto la necesidad de aumentar urgentemente la inversión en servicios de salud mental si el mundo no se quiere arriesgar a que se produzca un aumento drástico de las enfermedades psíquicas.
El Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la Organización Mundial de la Salud, considera que «los efectos de la pandemia en la salud mental están siendo sumamente preocupantes. El aislamiento social, el miedo al contagio y el fallecimiento de familiares se ven agravados por la angustia que causa la pérdida de ingresos, y a menudo, de empleos».
Aumento de los síntomas de depresión y ansiedad
Se han publicado informes que indican que se está produciendo un aumento de los síntomas de depresión y de ansiedad en varios países. De acuerdo con un estudio realizado en Etiopía en abril de este año, la prevalencia de los síntomas de depresión en este país se ha triplicado con respecto a los niveles anteriores a la pandemia.
Hay algunos grupos poblacionales que pueden ser más proclives a sufrir malestar psicológico generado en el contexto de la COVID-19, como los profesionales sanitarios de primera línea, que se enfrentan a una sobrecarga de trabajo, al riesgo de contagio y a la necesidad de tomar decisiones de vida o muerte. En China, se han notificado tasas elevadas de depresión (50%), ansiedad (45%) e insomnio (34%) en el personal sanitario y, en el Canadá, el 47% de los profesionales de la salud han referido que necesitan apoyo psicológico.
Otro grupo de riesgo son los niños y los adolescentes. En Italia y en España, los padres explican que sus hijos tienen dificultades para concentrarse y sufren irritabilidad, inquietud y nerviosismo. El aislamiento en el hogar ha aumentado el riesgo de que los niños presencien o sufran actos de violencia y maltrato. Algunos de los niños más vulnerables en la situación actual son los que presentan discapacidades, los que viven en condiciones de hacinamiento y los que trabajan en la calle.
También corren más riesgo las mujeres —sobre todo las que deben compatibilizar la escolarización de los niños en el hogar, el teletrabajo y las tareas domésticas—, las personas de edad avanzada y las que presentan problemas de salud mental. En un estudio realizado en el Reino Unido que incluyó a jóvenes que han necesitado ser atendidos por servicios de salud mental en el pasado, el 32% de la muestra coincidió en que la pandemia había empeorado mucho su salud mental.
Los expertos en salud mental indican que otro motivo de preocupación es el aumento del consumo de bebidas alcohólicas. Las estadísticas obtenidas en el Canadá indican que el 20% de la población de 15 a 49 años consume más estas sustancias durante la pandemia.
Interrupciones en los servicios de salud mental
En muchos países, el aumento del número de personas que necesitan atención mental y psicosocial se ha visto agravado por la interrupción de los servicios de salud física y mental. Muchos centros de salud mental se han habilitado para atender a enfermos de COVID-19, y los sistemas asistenciales se han visto afectados por los casos de COVID-19 entre el personal de salud mental y por el cierre de los servicios presenciales. En muchos países, hace varios meses que los grupos de autoayuda para hacer frente a la dependencia de las drogas y de las bebidas alcohólicas no se han podido reunir.
Tal y como indica el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, «resulta muy evidente que uno de los principales objetivos de la respuesta y la recuperación de la pandemia de COVID-19 es satisfacer las necesidades de salud mental. Se trata de una responsabilidad colectiva que deben asumir los gobiernos y la sociedad civil, con el apoyo de todo el sistema de las Naciones Unidas. Si no nos tomamos en serio el bienestar emocional de las personas, los costos sociales y económicos para la sociedad serán prolongados».
Nuevas formas de atención
En la práctica, es fundamental garantizar el mantenimiento de los tratamientos de las personas con problemas de salud mental. En muchos países, los servicios en esta esfera están encontrando nuevas formas de atender a estos pacientes que están dando frutos. En Madrid, más del 60% de las camas de estos servicios se han transferido a los servicios de atención a los enfermos de COVID-19, pero cuando ha sido posible, se ha trasladado a los pacientes psiquiátricos más graves a clínicas privadas para seguir atendiéndolos. Las autoridades locales consideraron que la atención psiquiátrica de emergencia era un servicio fundamental para que los profesionales de la salud mental pudieran continuar atendiendo a pacientes por vía telefónica, manteniendo la atención presencial de los casos más graves mediante visitas a domicilio. Por su parte, equipos de Egipto, Kenya, Nepal, Malasia y Nueva Zelandia, entre otros países, han informado del establecimiento de nuevas líneas telefónicas de emergencia para atender a estos pacientes.
Es necesario seguir apoyando la aplicación de medidas de ámbito comunitario para fortalecer la cohesión social y mitigar los sentimientos de soledad, en particular en las personas más vulnerables, como los ancianos. A este respecto, los gobiernos, las autoridades locales, el sector privado y la población en general deben asumir sus respectivas responsabilidades, tomando la iniciativa para abastecer de alimentos, llamar periódicamente a las personas que viven solas y organizar actividades en línea que permitan estimular las capacidades intelectuales y cognitivas de estas personas.
Reconstrucción para mejorar
Dévora Kestel, Directora del Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la OMS, considera que «la ampliación y la reorganización de los servicios de salud mental, que resultan tan necesarias en todo el mundo, abren la oportunidad de reconstruir los sistemas de salud mental con visión de futuro. Con ese fin, se deben elaborar y financiar planes nacionales para trasladar la atención de las instituciones a los servicios comunitarios, ampliar la cobertura de los servicios de salud mental incluidos en los seguros de enfermedad y crear la capacidad de recursos humanos necesaria para mejorar la calidad de la asistencia sociosanitaria en esta esfera fuera de los centros de salud».