Para muchos habitantes del planeta, el confinamiento decretado a causa de la pandemia, ha implicado también dejar de tomar sol. La vida urbana, en departamentos, implica eso y la pérdida que sufre el cuerpo es complicada a más de 30 días de la medida.
Así como hay que cuidarse del exceso, tampoco podemos eliminar por completo la exposición al sol. La piel, el sistema inmune y hasta el sueño se ven afectados. Recibir sol potencia los depósitos de vitamina D y solo bastan entre 10 a 30 minutos de sol tres veces a la semana para lograrlo. La particularidad de la vitamina D es que la fabrica el propio organismo y comienza en la piel, por acción de la luz solar.
Un papel muy importante de esta vitamina es ayudar al cuerpo a absorber el calcio y el fósforo, fundamentales para la formación de los huesos en los niños.
La piel mejora, el sol ayuda a combatir el acné y a pacientes de psoriasis, alivia las lesiones.
Se estimulan las defensas porque genera el aumento de linfocitos, primeras defensas frente a una infección y, sorpréndase, equilibra el colesterol por eso quienes viven en climas soleados presentan menos enfermedades cardiovasculares.
Aumenta el metabolismo y beneficia a los huesos. Combate el raquitismo en los niños y la osteoporosis en los adultos y, además, mejora el estado de ánimo. Son frecuentes los estados de depresión en épocas de invierno, en países que tienen marcadas las estaciones. La alteración afectiva estacional ya es identificada como alteración sicológica que aparece con los días nublados persistentes.
Si bien el daño que puede causar una exposición excesiva al sol, que es evidente de inmediato, no tomarlo, hace daños silenciosos afectando el sistema inmunológico y dañando las membranas celulares de la piel.
Por el momento, no es opcional salir, hay que quedarse en casa, por lo que debemos prever un reemplazo a la exposición al sol, aunque los alimentos que aportan vitamina D no son lo eficientes que es el sol.
Algunas opciones son el consumo de pescados grasos, como el salmón, la sardina y el atún, y también la sardina enlatada en aceite vegetal. Se encuentra en la yema de huevo y la carne, puede ser res, pollo, pavo o cerdo y las vísceras en general y alimentos fortificados con esa vitamina ya que, por ejemplo, la leche y sus derivados no lo tienen en sí mismos, salvo cuando se ha adicionado.
Un plato de champiñones es también una alternativa y el zumo de naranja
La ausencia de la vitamina D puede generar aumento de gripes y resfriados, que justamente en estas épocas de pandemia, no queremos. La recomendación es incorporar en su dieta algunos de los alimentos sugeridos hasta que el confinamiento pase.
Por Emilia Simon